Un solo pescador no puede estar tranquilo
La parábola del pescador expresa que abarcamos más de lo que necesitamos. Dice así: un empresario va a un pescador a preguntarle a qué dedica su tiempo, el pescador responde que a trabajar un par de horas al día y el resto a descansar. El visitante replica que podría trabajar más. ¿Para qué? responde el pescador. Para tener más dinero contesta el otro. El pescador vuelve a preguntar para qué. Y a partir de aquí empieza una conversación que escala en el sueño capitalista, donde a cada respuesta del empresario el pescador pregunta para qué. El empresario defiende que el pescador podría llegar a tener empleados, más barcos y más grandes, a montar una empresa, a no parar de crecer. Concluyendo en que el pescador tendría que trabajar mucho para así ser rico y solo tener que trabajar un par de horas al día y descansar el resto.
Podemos pensar “in your face, empresario”, olvidando por un momento lo perverso del sistema en el que vivimos. Pero si el pescador no hace lo que propone el forastero será otro quien lo haga, quien explote los recursos del lugar donde realiza su actividad el pescador y quien acapare la población de peces. Sería el otro quien se enriquecería y ganaría poder en la zona. Y el pescador, con menos medios, acabaría teniendo que trabajar para él, más de ocho horas al día, y así poder pagar las facturas médicas del hospital que el mismo empresario ha fundado.
No se me ocurre otra forma de contrarrestar y nivelar esta situación que no sea la creación de redes de apoyo mutuo. Formemos parte de comunidades en las que reforcemos el bien común, porque como individuos solitarios únicamente nos queda trabajar duro y descansar poco si lo que queremos es alcanzar bienestar.